Viticultor y futbolista: la vida de sol a sol de Jacinto Trillo
No ha superado la barrera de la Segunda B, pero a sus 34 años continúa pegado a un balón. Pasado el tiempo, consciente de que el fútbol nunca sería su sustento para vivir, para sacar adelante a una familia, Jacinto Trillo Navarro (Socuéllamos, 11 de septiembre de 1984) compagina su pasión con la dura vida en el campo como viticultor. Ese lugar que no da tregua, en el que no existen los días festivos y donde toca trabajar muchos días de sol a sol.
Sigue jugando en el Yugo-Unión Deportiva Socuéllamos porque el fútbol le hace feliz, pero es su incansable trabajo en el campo el que le permite llegar a final de mes y mantener a su familia. Jacinto Trillo explica en ‘O11CE Metros’, la revista de nuestra asociación, cómo es su intensa jornada laboral diaria.
“Soy un currante del balón, de los que se maneja como nadie en el barro”. Así se define Jacinto, un ejemplo para la gran mayoría de futbolistas, pues son muy pocos los elegidos que pueden labrarse un futuro con el fútbol. “Es muy difícil llegar a lo más alto y hay que hacer otras cosas, estudiar o trabajar”, deja claro el defensa, ya que “alcanzar la élite es muy complicado y hay que prepararse para otras cosas”.
El de Jacinto es todo un ejemplo, como otros muchos, para los chicos que sueñan con hacer carrera con el fútbol. Su vida es como la de cualquier otro trabajador del campo. A las 6 de la mañana se activa el despertador y hasta la hora de comer toca pasar frío o calor en el campo. Eternas horas en las que su faceta de viticultor le hace olvidar su pasión por el balón. Y así desde los 16 años, cuando empezó a introducirse en el negocio familiar, el que le permite llegar a final de mes y mantener a una familia.
“Es muy dura la vida en el campo. Aguantas frío, calor, lluvia… Pero ya estamos acostumbrados”, relata. Y subraya que cuando llega la vendimia —de mediados de agosto a mediados de octubre—, “duermes poco y entrenas con mucho cansancio acumulado. A veces, después de entrenar te toca volver al campo para seguir trabajando de noche”.
La época de recolección es la más dura, pero durante el resto del año no falta la faena, toca preparar las vides para siguiente vendimia. “El campo no da tregua, no existe el descanso”, deja claro.
El fútbol ha pasado a ser más que un entretenimiento, la pasión de niño que sigue intacta en la madurez. Cuando a media tarde se calza las botas, su mente se despeja, se olvida del campo y de sus eternas jornadas de trabajo. “Es el momento de desconectar, de quitarse el estrés, de liberarse mentalmente”, reconoce. “Durante dos horas al día hago lo que más me gusta, disfruto de cada instante”, señala Jacinto.
Como muchos compañeros, Jacinto vivió el lado amargo del fútbol, épocas de impagos “en las que AFE y sus servicios jurídicos siempre estuvieron cerca de nosotros”. En esos complicados momentos, subraya, “piensas en dejarlo todo al sentir que no te valoran como futbolista”, pero al final se acaba imponiendo el amor por el deporte.
Reconoce que en algún momento se le ha pasado por la cabeza colgar las botas porque su trabajo diario le exige mucho a todos los niveles, pero su cariño por el fútbol sigue vigente, igual que el primer día. “Me encuentro bien, disfruto y por el momento lo veo como algo lejano”, enfatiza para acabar el ejemplar trabajador del campo… y del balón.