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Discurso de agradecimiento de Carlos Matallanas en el Congreso de Valencia

Carlos Matallanas: “Muy buenas a todos, compañeros; a través de estas palabras que lee mi hermano Gonzalo, simplemente me salen muestras de agradecimiento por la distinción que la directiva de AFE ha decidido entregarme y por estos minutos de protagonismo que le están dando a mi persona en un acto colectivo como este. La verdad es que esto se suma a varios gestos decididos y ambiciosos que la directiva de AFE ha venido teniendo conmigo desde que se hizo pública la mala noticia de mi enfermedad. Se pusieron sin dudarlo a ayudar en labores de concienciación y búsqueda de recursos para investigación.

En definitiva, han querido que me sintiera bien acompañado en estos duros momentos, y es algo que tanto yo como mi familia no olvidaremos jamás. Sentirnos apoyados es la única razón de ser que tiene una asociación así, ¿no? Aunque fuera anónimamente, como a todos vosotros a mí también me han ayudado cuando lo he necesitado, con la beca de estudios o reclamando algún dinero de esos que los clubes nos suelen dejar a deber tras hacer nuestro trabajo hasta
el último día.

Por eso siempre recomendé a mis compañeros que se asociaran, de la misma forma que me aconsejaron en su día a mí los veteranos que lo hiciera, cuando era presidente Gerardo González Movilla, a quien aprovecho para agradecer también su apoyo en este escenario. Yo le he dicho a Luis varias veces que no sé si merezco tantas atenciones, y él me repite no sé qué de que soy un ejemplo para los futbolistas. Cierto es que a AFE le da igual la categoría y el caché, y que se trabaja igual por los conflictos millonarios de Primera, que por conseguir botas o buscar equipo a afiliados en apuros. Yo, que no he sido más que un tercerola, como nos llamamos con cariño los jornaleros del fútbol, me siento hoy tratado como un campeón del mundo. Déjame que te diga, Luis, que eso sí que es ejemplar. A cambio de la distinción, ya habéis visto que le entregué mis
botas, las últimas que me calcé, con la que jugué mis últimos partidos oficiales y con las que marqué mi último gol. Las tenía guardadas en el mismo mueble con el resto de mis trastos del fútbol, sin saber muy bien qué hacer con ellas. Y decidí dárselas a la asociación porque yo no he tenido opción de plantearme colgar las botas, simbólicamente me refiero. Y por obligación me negaba a hacerlo. Luego caí en la cuenta que rara vez un futbolista se retira con agrado y sin pesar.

Así que en realidad mis botas, allá donde las quieran poner, serán un símbolo de rebeldía, porque quien haya sido futbolista, quien ordene toda su vida alrededor del fútbol, no deja de serlo jamás. Pasará a la reserva, como los militares, y contará batallitas hasta el final de sus días. Pero morirá siempre con las botas puestas.

Los jugadores siempre estamos rodeados de mucha gente, pero en realidad nuestra carrera es solitaria. Las rachas vienen y van, un año te quieren todos y al siguiente no te llama nadie. Te cambias cada día rodeado de veinte tíos que cada cual está viviendo una parte de la película diferente. Y de ahí nace esa unión especial que se tienen con los compañeros, por los que te partes la cara cada domingo y quizá llegado junio a algunos no les vuelvas a ver jamás en tu vida.

Pues en ese proceso de idas y venidas, de sueños cumplidos o truncados, tenemos la suerte de que la AFE nunca nos dejará solos. Por eso conviene cuidar y hacer que crezca esta asociación que tiene mucha lucha por delante. Ya voy acabando.

Creo que ahora veréis un video con imágenes mías. Hay pocas, cualquier infantil de hoy tiene más fotos y vídeos hechos por sus padres que yo en todas mis 14 temporadas. Pero aunque hubiera muchos vídeos, tampoco saldría demasiado, porque como nos pasa a quienes jugamos en la contención, nuestras principales virtudes nunca se ven en los resúmenes.

Por ejemplo, siempre fui un jugador sin miedo en la disputa, lo que implica jugar duro, pero sin embargo no tengo enemigos por ello. De hecho, entre los cientos de personas que me contactaron para darme ánimos por la enfermedad, me sorprendió que había muchos rivales que solo conozco de enfrentarme a ellos. Me marcó uno, fino media punta zurdo que me sufrió varias veces, que me escribió diciéndome que me recordaba como uno de los jugadores más nobles que había conocido. Y eso a pesar de las mil patadas que le había dado… Está claro que solo entre futbolistas puede darse una relación así. Por eso me siento tan comprendido cuando son jugadores los que me apoyan en estos momentos.

Por eso no pude evitar las lágrimas cuando le entregué a Luis mis botas. Prometo seguir peleando. ¡Muchas gracias por todo, compañeros!”

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